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miércoles, 15 de octubre de 2014

La nostalgia

He descubierto a la nostalgia
espiándome tras la cortina.
Ella sabe que sé que está
y le gusta.

Pero ahora no tengo tiempo
para llorar frente al álbum de fotos.
Prefiero seguir limándole las uñas al presente
para que siempre esté presentable
ante la continuada inminente llegada del futuro.

Aléjate, nube moribunda multiforme que retuerces lacrimales,
nube azul-grisácea que te instalas en mis glándulas.
Aléjate y llévate los olores de mi infancia,
el tacto de aquella espalda,
la voz de todas las miradas que sostuve.

No me interesa.
Tengo demasiados tiestos que regar
y novelas a medias.

No me afecta
lo más mínimo ver arder recuerdos
ni tengo miedo a la bruma del tiempo venidero.
Estoy aquí, desollando la tarde,
oyendo el canto de la noche.

La nostalgia, a veces,
se mete conmigo en la cama
y yo no tengo más remedio que amarla.
Ella siempre quiere más.
Por las mañanas sale de la cafetera
y yo tengo que cortarle las alas.
Me persigue por las calles
haciéndose la víctima
y me monta el numerito en los andenes.

No me importa.
Tengo que vivir mi vida
y dejar de pensar en ella.
Impedir que el eco del balón con que jugábamos
siga golpeando las paredes de mi patio de luces.
No tengo tiempo para rebobinar.
No me abruma la grandeza de mi infancia.

La nostalgia aparece cuando desaparecen las pantallas
y las distracciones mundanas.
Sale de cualquier cajón con un vestido de neón
pretendiendo acapararlo todo.
Me embiste cuando estoy solo,
cuando el presente no da para más.

Pero no me interesa,
no me afecta,
no me importa.

La nostalgia está arañando mi puerta
mientras hago como que no pienso en ella,
mientras concentro toda mi atención
en no prestarle atención a ella.

Maldito dolor de seda,
bendito sedante.
Mi desprecio es directamente proporcional a mi deseo de abrazarte.
Hacerte el vacío y sentirme desaparecer
a pesar de no existir si tú estás en mí,
a pesar de no existir si tú no estás aquí.

Pero ya no hay vuelta atrás,
estás sentada en mi regazo con tu pijama de erizo
y hace un rato que ocupas la segunda persona.
Ya no hay vuelta atrás,
estoy sentado en mi pasado
y hace un rato
que ocupo la primera persona.

martes, 14 de octubre de 2014

Tanto que decir

Paladean las palabras el vino del momento,
teclean los dedos, la imaginación se despereza.
Martillea mi conciencia la tinta acumulada,
tanto que decir, tanto que callar.

He llorado nubes de todos los colores
pero las plantas de mis pies siempre tienen sed.
Me dicta el viento doce poemas al tiempo
y mastican, sin mezclar, mis pupilas cromatismos.

Quisiera hablar de ti
y de ti, y de ti también
pero tengo tanto que decirme a mí.

Soy ese ratón sin ruedecita en la jaula,
sin queso al final del laberinto de mi literatura.
Soy ese esquimal mal acostumbrado al frío,
ese jinete con lumbalgia, ese poeta sin luna.

He reído solo todos los saleros posibles
pero el cielo siempre trae más nieve a mis bordillos.
Pedalean las palabras el monociclo del presente,
tanto que decir, tanto que decir.

Quisiera hablar de ti también,
y de todo lo que me orbita
pero tengo tanto que callarme.


miércoles, 8 de octubre de 2014

Ya lo he dicho todo

Y cabalgar contigo hasta que se acaben los caminos…

Ya lo he dicho todo
pero aún no he hecho nada.

Sigo desordenándome por dentro
a ver si así
descubro dónde colocarte.
Eres una luna con hocico de musa
y yo un violinista con metralleta;
podría interpretar mis mejores piezas para tejado
durante toda la noche
pero todas las estrellas
se darían por aludidas
menos tú.
Tienes pies de helio
y las briznas de césped se estiran a tu...
Paso.

Ya lo he dicho todo
pero aún no he prometido nada.

Sería lo más fácil:
rasgar por la mitad mi vida,
abandonarlo todo,
cumplir promesas,
            una tras otra,
y despejar la niebla del futuro.
Es cobarde no prometer nunca
pero también es cobarde no saltar sin comprobar antes el paracaídas.
Sólo puedo empeñar el presente,
emplear el ahora y prometer hasta las doce.
Fuimos tan inmortales
como todo lo que dura el tiempo justo.

Ya lo he dicho todo
pero no pretendo embriagarte con palabras de garrafa.
Aún no hemos hecho nada
pero lo cambiaría todo por volver
a aquel sofá destartalado, el sol de naranja y los semáforos en rojo,
entrar en la fotografía y no soltarte.
Ya lo he dicho todo
pero tengo todo por contarte.
Cambiaría incluso lo que aún no he dicho,
lo cambiaría todo por volver
y, una vez allí, no cambiar nada.

No se debe decir todo
pero echaba de menos mi sonrisa.

Ahora sólo tengo la infinitud del presente
para compartir.

No se debe decir nada.
Hay que hacerlo todo.

Y cabalgar contigo hasta que se acaben los caminos…