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domingo, 29 de octubre de 2017

Y qué más da

Otro amanecer más para mi cara,
otra mañana menos de oficina.
Otro amor eterno
que es arena entre mis dedos,
otros ojos miel y menta
que atraviesan mi retina opaca.

         Y qué más da.
                   Si no lo voy a contar.

Mira cómo juega mi pie con la distancia
a un milímetro del tuyo.
Me dejé los halagos a tu pelo
en el disfraz de poeta muerto.
Mueves las mareas con el flujo
de tu pensamiento rudo y lento.

         Y qué más da.
                   Si no lo voy a cortar.
                            En seco.

He vuelto a mirar un reloj que no necesitaba,
he vuelto a sentirme viejo
         bajando por el tobogán.
He vuelto a saborear el zumo fresco
         de un cuello selvático de árido calor
y me ha sentado mal la lava helada.

         Y qué más da.
                   Si no lo voy a recordar.

Otro tren se va por el túnel de anteayer,
otra caricia se disipa antes de tocar la piel.

Mira cómo caminamos si dejamos de pensar.
Me dejé el anillo en el pasillo de embarque.
Mueves mi flujo con tu marea silente y mate.

He vuelto a segregar el agravio al regalo
         mientras sonreía,
he vuelto a perder lo inasible por no querer.

         Y qué más da.
                   Si no lo voy a contar
                            Mañana.
        
Y qué más da.
                   Si no lo voy a cortar en seco
                            con un beso.
        
         Y qué más dá.
                   Si no lo voy a recordar.
                            Mañana.


Otro mañana menos.
Otro amanecer más.

viernes, 20 de octubre de 2017

Matriz

Esta es la letanía de un feto anciano
atrapado en su propia matriz.
Tengo que salir.

Rezo por mí.

Yo he tejido esta membrana transparente
para protegerme de la muerte.
Nadie más tiene los hilos.

Escribo en vivo desde el vacío más hondo,
desde el agujero que horada el vicio
anclado a la placa tectónica del miedo,
sumido en el humo del tiempo pasado.

Escribo desde el ascua diminuta
que agoniza en las cenizas
del que fue un incendio inmenso.
Escribo en vivo para avivarme,
para volver a avanzar hacia delante.

Hastiado del estático verbo
                   que se conjuga consigo
escribo en vivo para narrar la herida,
para mover los hilos del Yo
a través del laberinto.

Escribo en vivo desde la verdad disfrazada.
Me guían la rima, la fonética y el ritmo
pero deslizo el bolígrafo desde el fondo del abismo.

La soledad es el bosque de las llaves,
las puertas están fuera.
Estas teclas no desfibrilan mis ventrículos
aunque asemejen mi latido.
Escribir es abrir la vereda, insistir.
Vivir es situarse fuera, existir.

Escribo en vivo para reconocer la placenta,
         para poder despegarme,
para contar cómo corto el cordón umbilical
         mientras lo hago.

Escribo en vivo en un coliseo vacío;
rebotan las gotas de tinta en el eco,
me dictan ellas lo que escribo
y ya no sé qué fue primero.

Esta es la letanía de un feto anciano
que ya no puede dar más pataditas.

Rezo por vosotros.

Estoy destrozando los muebles de mi cuarto
mientras papá me consuela tranquilo
y mamá me lava el caparazón en la cocina.
Este llanto acumulado ya no sale de mis dedos.
Tengo atragantadas veinticinco mil pastillas de espera.

Escribo en vivo que no necesito saberme querido,
que me basta con sentirlo.
Llevo la radiografía de vuestras caras rotas en el pecho
y en la espalda los genes heridos de nuestros muertos.
Escribo en vivo que ya no necesito vuestro nido,
         que no tengo nada que ver con vuestro nicho.

Soy un gusano con alas de seda
que ha pasado media vida en una caja de cartón
escribiendo sobre nubes blancas
         bajo un cómodo mar de algodón.
No soy un caracol.

Necesito escapar de vuestro manto
porque ahí fuera hiela
                   y voy a notar la diferencia.
Renuncio a todos los cuidados
que me han convertido en el principito delicado
que aún no sabe por qué tiene que lavar los platos.

Huyo del origen
para hallar mi Yo primero.

Necesito deciros que no necesito deciros
que necesito vuestro amor puro todo el rato
sin necesidad de materializar el contacto.

Esta es la letanía de un feto anciano
a punto de nacer.

Rezo por nosotros.

Escribo en vivo este poema
desde hace más de cuatro primaveras
y no tengo fuerzas para terminarlo.

Escribo en vivo sin haber nacido
que estoy convencido de la victoria.
Rendir es estar en ningún sitio, desistir.
Arriesgar es traspasar la frontera, resistir.

Mi ombligo es cicatriz perenne,
memoria del amor de madre.
Me moría y dejaron huella
dos vueltas de cordón al cuello.
Mi ombligo es el signo mortal,
soy un dios dolido en el ego.

Escribo en vivo que me olvido
del dolor del pasado luego
y no recuerdo el venidero
antes de salir del portal.

Ya con medio cuerpo fuera
preparo mis pulmones para la inhalación primera.
Sigo esperando el perfecto verano
pero sólo se puede nacer hoy.

Yo rasgo esta membrana transparente
para exponerme a la vida.
Nadie más tiene el cuchillo.

Este es el llanto de un recién nacido.

A mí dejadme en paz,
yo acabo de nacer.

Soy un colibrí bebé
aprendiendo a sostenerse,
dejadme buscar el jugo,
dejadme caer.

Escribo en vivo que abandono mi matriz.

Este es el silencio de un hombre.


Rezo por mí.