Lo que pasa es que me
aburro.
No es que quiera fumar,
no es que quiera salir de
este local,
no es que quiera
emborracharme,
lo que pasa es que me
aburro.
No estoy donde debiera.
Escarbo en en fondo de tus
ojos
y coloco imágenes
explícitas
de nuestro sexo magnífico,
futuro e idílico.
No es porque me gustes
mucho,
no es que quiera follar
contigo
ni mucho menos enamorarte,
es que me aburro como el
trigo.
No es que quiera cruzar el
océano,
la atmósfera y el horizonte
de sucesos,
no es que necesite la
aventura constante,
es que me encostro
y me aburro como un ostro.
No es que quiera
trascender,
no es que quiera ser el
pábulo
de la revolución auténtica
ni la punta del péndulo
en la búsqueda de la
libertad última,
es que me aburro.
Me aburro como túnica, como
el incienso.
Es el aburrimiento
el motor del movimiento,
es este aburrimiento
existencial profundo
el que me saca de este
sitio,
hastiado de destino quieto,
mustio de dolor inútil,
y me lleva ahí fuera hasta el
vértice del mundo,
donde no hay alcohol ni
sexo
ni locales insípidos, ni distracción llana,
sólo un poco de tabaco
y diversión esdrújula,
amor enérgico
y humor agudo.
Lo que pasa
es que me aburro tanto
que siempre me ves
contento.
No es el amor ni el dinero
ni la envidia.
Es el aburrmiento
el que mueve la manivela de
la vida.