Esta libertad duele.
Suelto las riendas del viento
y le río las gracias al ego,
me sublevo contra el poder
que quiere poder tener poder,
que no necesita alcanzarlo,
me rebelo contra la lluvia
y hago que suban los charcos
para verme reflejado en el cielo.
Pero duele constante,
es un dolor preciso,
espiral de colores en el pecho
que se torna sumidero.
Pero libera sin pausa,
es una libertad preciosa.
Pozo de espejos rotos
en trozos de vapor de agua
que se torna humo sativo,
alivio de fin último,
de principio continuo.
Una libertad reveladora,
un desengaño de la irrealidad,
un mirar y ver,
un horizonte almidonado.
Me agarro a las riendas del fuego,
quemo lo viejo
y lo ciertamente falso.
Este dolor libera.