El viento se ha llevado volando mis papeles,
pero me queda la paciencia.
¡Gatos, perros, jirafas y gafas de sol!
Acudid todos al entierro de la Madre Tierra,
disimulad con inocencia y exclamad:
No somos nadie.
Nadie se ha colado esta noche por mi ventana,
nadie me ha escrito un e-mail,
nadie se acordó de que mis males cumplen años esta noche a
las doce.
Como elefantes al cementerio,
así vamos naciendo,
y se nos olvida lo importante:
recordar.
Es lo que nos queda
pero nos quedamos con los dedos llenos de veneno,
el espíritu infectado de estiércol
y mariposas que más bien parecen carros de basura
llevando sobre las alas nuestra vida.
Bésame,
bésame mucho,
como si fuera esta noche
la última vez que veremos el cielo desde arriba,
y subiremos las escaleras resbalando sobre nuestro monopatín
de hielo.
Como elefantes al cementerio,
como colibríes que se creen cangrejos
y luciérnagas
que se creen bonitas.
Así vamos viviendo.
Todos y cada uno buscamos un minuto de gloria
e incluso cuando miramos a otros
nos preguntamos si nos estarán juzgando.
La vida es una noria de espejos
y como en todos los cuentos
los dulces enamorados, que ahora son rociados de arroz,
vivirán felices
y comerán pizzas precocinadas los jueves.
Bésame,
bésame mucho,
como si fuera esta noche la última vez,
como si se fuera a prohibir el amor eterno,
bésame
antes de que los relojes se coman nuestro tiempo,
antes de que nos hagamos viejos,
y no nos quede más que dos sofás,
una tele
y un par de pizzas
precocinadas,
que esta noche es viernes
y mañana navidad.
Increíble, de verdad. Me has dejado sin palabras, y eso es bastante difícil.
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