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martes, 20 de enero de 2015

Así van

Los que pueden
compran el alma a cualquiera.
Los que no,
venden el alma a cualquiera
para poder después comprar
el alma de cualquiera.

Y así van las almas:
vagando de cuerpo en cuerpo,
amordazadas, amoratadas, acribilladas,
empapadas de fluidos corporales ajenos
                                   y de su propia sangre.
Así van.

Son pocos los que poseen muchas almas,
así como son muchos los que andan sin una:
los ves en las escaleras mecánicas,
tomando café en las terrazas,
durmiendo en los portales,
en la oficina.
Lo peor
es que ellos no lo saben:
cuando venden el alma,
olvidan que una vez tuvieron.

Lo peor
es que sus almas serán violadas
por aquellos que las compran:
desalmados vendedores.

Así van.

Hay también quienes la recuperan de vuelta
pero ya no es la misma.

Y hay
quienes nunca la perdieron
y la conservan en llamas azules:
hablan con ella,
            a través de sus ojos en el espejo,
y traman planes para no separarse jamás.
Pero siempre hay una oferta.
El cuerpo, sediento de pan,
pide a gritos ser liberado de ese alma,
ese alma que busca libertad y oprime al cuerpo.
Siempre hay una buena oferta
para deshacerse de esa voz de luz
que desestima los placeres de la miel.

Así van las almas y los cuerpos:
nada se corresponde con su hueco
y el vacío es suplantado por materia y tabaco,
y el agujero es cada vez más ancho y más profundo
y nada encaja dentro
y cada vez más vacío y cada vez más humo;
y aquellos que no firmaron el contrato,
aquellos pobres ángeles que no quisieron cambiar
esa esencia pura
por todo lo demás,
aquellos cuerpos,
a veces olvidan que tuvieron un cuerpo
y van vagando de hueco en hueco
por los vacíos de otros cuerpos
y acaban siendo ellos los amordazados,
los amoratados,
los acribillados,
desplazados de la vida pragmática,
hasta que sólo queda de ellos su alma intacta
hecha piel,
como la sábana blanca final que oculta el rostro
del cadáver de cualquiera:
allí van.

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