Tanto tiempo huyendo que olvidé de qué.
He sacado del armario los zapatos nuevos
para redecorar la desnudez nómada,
me las arreglo para llenarme de objetos
y rompo todos los ojos que no toco.
No me digas nada de mi herida
si ves que no la miro,
llévame conmigo a un lugar en que no estemos.
Veo ramas de lo que fue un bosque
tras de mí, y delante las tinieblas de la selva.
Déjame florecer tranquilo
mientras desaparece el brillo niño.
No tengo más pétalos y fui jardín.
Las espinas están secas y no pinchan.
Tanto tiempo persiguiendo que no recuerdo el qué.
Ya sólo voy hacia delante sin preguntar por qué.
La nube que me sigue no sé si es gris
pero siempre está a la misma distacia.
No me persigue si me paro.
Amo sentir el aliento de la lluvia detrás
y abandono ramos frescos de mí
en los brazos de cualquier amante fértil
para aromatizarme de inmortal.
Ya sólo pienso en lo de atrás y avanzo sin mirar.
Me espera medio mustio todo lo que dejé
pero no hay tiempo para recordar quién ya no soy.
Paro en medio del camino para pastar
la hierba seca que será regada después de pasar.
Me detengo en el lugar del movimiento
para verme sobrepasarme, dejarme marchar
y ser yo quien persiga lo que seré:
eso que nunca logro recordar qué es.
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