Harto de odiar,
de este yugo colgado de esta cara
larga,
hasta los pómulos
de estar hasta las cejas
de mierda bien elaborada,
del exquisito regodeo del paladar
en el excremento del miedo,
dulce miedo lelo y gris
que mece esta crisálida,
este quieto ovillo de piel
al borde de la enorme cama.
Basta ya de carroña,
dame palabras de cimiento,
me alimento del cadáver de la pena,
me agarro el hueco del ombligo
y rezo a diosas a mi alcance.
Dame velos de seda
para el destello negro
que me sale del centro,
velas, un poco de hash
y tiempo muerto
para resucitar el huerto
que aboné de abandono
hace dos veranos,
dame rima parasimpática.
Basta de lástima helada
con nueces de Macadamia,
le doy asco al caos.
Dame pradera, botellón,
dame relámpagos y crín,
quiero la nata en la punta,
la ráfaga de pétalos púrpura
en la cara abrupta de Dios.
Cansado de la ruina,
dibujo diagonales y pilares,
dame cemento mineralizado,
impactos, frenesí caliente
en la boca abierta.
Toma.
Dame silencio rico
y quítame del tímpano
el zumbido de futuros aguijonados.
Toma.
Te toca.
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