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miércoles, 18 de junio de 2014

La colina amarilla

Me dejé caer por la colina amarilla
donde los cactus
acunaban a las lagartijas,
abajo
cien laberintos de tonalidades frías
me esperaban ansiosos.
            Busqué y encontré que lo que buscaba
            era no encontrar nada
y nadé en océanos ocre
y atravesé las llamaradas más naranjas,
ida y vuelta,
California y Jesucristo,
los fantasmas de mi armario,
vuelta y vuelta,
vi morados agrios,
vi flores ásperas,
vi soledad e infancia,
ida.

Me dejé caer, entonces, de nuevo.
Y me vi viejo
juntando las piezas de puzles dispares,
recordándome ahora,
vuelta,
crucigramas inteligentes,
armonía sangrando por las muñecas,
las escaleras del instituto.
Me vi viejo
            recordando tus ojos,
                        recorriendo tus ojeras de madera,
y te dejé caer por la colina amarilla
para verte desaparecer en tu pesadilla,
y verte vieja recordándome
y que me despiertes, entonces, de nuevo
por última vez.

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