Un hilo de araña
cruza la barra de este bar
donde
las conversaciones anodinas son burka de pupilas.
Un hilo de araña de noventa centímetros.
La camarera
desflora su vida ante la mirada de un Smartphone,
los alegres adornos se visten de polvo
y sonríe el pecado
sentado
sólo en la mesa del fondo
mientras mastica carne humana.
Veo el hilo tras de sí
reflejado
en el espejo de la barra
meciéndose
a la
vez
en direcciones diferentes.
Mi cerveza está vacía.
Pero sigue siendo mía
y,
sobre todo,
sigue siendo una cerveza
aunque ya no contenga cerveza.
¿Dónde está la araña?
¿Cómo es posible
que haya saltado desde aquella botella
(disfrazada,
como todos los adornos, de polvo)
hasta la horrible planta de plástico que decora la barra?
O quizá se dejó llevar por el viento.
Alguien me introduce en la conversación
y yo finjo haber estado atento a todo.
Opino,
debato, comparto, sonrío, escucho
(no
logro encontrar los ojos de los otros),
me
olvido, me escapo, me evado, recuerdo el hilo,…
Pero, ¿dónde está la araña ahora?
Quiero compartir esto.
Quiero que todos miren el hilo
y, si surge,
que busquemos juntos a la araña.
¿¡Es que no os dais cuenta de que ese hilo es lo único que
de verdad importa!?
Pero no me atrevo.
Así que cubro mis pupilas,
retomo el tema,
me tomo otra
y elogio el buen gusto del decorador del bar.
Yo estoy vacío.
Pero sigo siendo mío
y, sobre todo,
sigo siendo yo
aunque ya no me contenga.
Toda una declaración de principios encerrada en esos versos finales...
ResponderEliminarBusqué el hilo. Encontré la araña. Interesante conversación...
Con permiso, me quedo por este espacio.
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