lunes, 2 de septiembre de 2013

Demasiado

Demasiados barullos en la cabeza.
Demasiados datos,
demasiado asfalto.

Hay gaviotas disfrazadas de cuervos
que me sobrevuelan,
me acechan,
me cantan desagradables augurios,
me roban los panes, los peces,
los pendientes de plata
y se marchan.

Demasiada mierda.
Demasiada filosofía contradictoria
                y semigratuíta
peleando y dándole a la par
                la razón a mis instintos,
                               la razón a mi razón.

¿Es anhelo material,
                y por tanto efímero pecado
el misterio que desenvuelve
un simple pezón,
una lengua que segrega océanos?
¿Es acaso camino espiritual,
cultivo, abono y barbecho
                de los huertos del cielo,
la forzada búsqueda del amor eterno?
Demasiadas preguntas
y sobre todo
demasiadas respuestas para cada una de ellas.

A veces soy fiel siervo del silencio,
reflexivo intelectual necio
que recorre la infinitud cuántica
de un punto en la pared.
Pero esto tampoco sirve de nada.

Demasiados laberintos.
Demasiado joven para encontrar salidas.
Demasiado viejo para disfrutar buscándolas.
Crucificado en cada encrucijada,
me falta voluntad
para tirar de una patada
                la puerta de esta celda
                               en que me oculto voluntariamente.

Demasiados tús en mis poemas.

Ahora vienen cuervos
disfrazados de gaviotas
defecando las semicorcheas
de la partitura de la libertad.

Demasiados bajorrelieves en mi frente.
Demasiados claroscuros.

A veces soy fiel súbdito del tiempo
y me arrodillo a su paso.

Demasiado yo.
Demasiado fuera de mí.
Busco el placer constante sin atender al daño,
subir de dos en dos los peldaños
sin darme cuenta
                de que posiblemente
                               los esté bajando.
¿Soy, como pienso,
pétalo pálido de la luz de la inocencia
o, por el contrario,
soy culpable de los más atroces holocaustos pasionales?
Puede que mi vida se resuma
en una sucesión constante de ejercicios para “salir del paso”.
En cualquier caso,
pienso demasiado en cómo soy
y no soy demasiado como pienso.
Tal vez todo se solucione de nuevo dejando de pensar,
soltando el boli
y lanzándome al abismo de la vida.
Pero estoy un poco harto de planear despacio
                la manera de besar el suelo.

A veces me apetece
                simplemente
caer deprisa
hasta sentirme quieto:
dejar que la gravedad haga su trabajo
es, sin duda,
lo más parecido a la libertad.

No sé.

Demasiada sabiduría
es nunca suficiente.