Ahora saltas
desde la azotea de mis entrañas
y me cierras en canal.
Ninfa juguetona,
indolente
meiga seductora.
Lluéveme los cristales
de tus
desprecios.
Acaríciame las dunas
de la cara desgastada por el sol
y refléctame
la luna
en las ventanas sin cortinas
en que espero,
fumando,
a que vuelvas a subir corriendo
para no
saltar jamás.
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