El silencio es la resignación.
No me resigno a la resignación.
He orinado vidrio
de las palabras acumuladas.
Tengo insectos en la pantalla
que llaman mi atención
para que me sobreponga.
Todos los obstáculos son mar.
Tengo que deletrear mi pena:
p-n-e-a. Pe ene a. Pene a.
Envío al pene a por el periódico
y volvemos los dos de madrugada.
Mis amigos sabemos quién soy.
Las alabanzas ya son cáscaras,
no me son gratas las alhajas en cascada,
las palmaditas en la cara de los egos,
las conversaciones de cerezos en invierno,
la penúltima cerveza inútil generadora de pedos.
He invertido el tedio para hacerlo divertido.
Soplan huracanes en mi vientre
que llenan de agua mis ventanas,
las cierra a cal y canto mi mente
a veces puedo hacerlas palabras.
Bebo del río sabiduría,
me río del verbo conocer,
domestico hasta las energías
para vomitar mi parecer.
No sé si todo esto estuvo antes que yo.
El cuerpo me pide rocanrol
y no voy a negárselo.
Soy un orificio en el salón,
sosteniendo un teclado lejanísimo,
todo mi dolor, un sí, un porro,
una jarra de plástico con agua
y todas las cosas que tengo que hacer mañana.
No debo resignarme al silencio.
Tengo responsabilidades con el cosmos.
Mi pesadilla es un folio en blanco.
Por ejemplo:
Juan tiene tres manzanas y dos trenzas,
Emilio anda buscando a su pato,
el pato se topa con Juan
y no se percata de nada
porque el pato no sabe contar.
Emilio se topa con Adriana y se enamoran.
Lo abstracto no es para tanto.
Mañana desayunaré naranjas
y tostada de centeno con aceite
mientras imagino que escribo por las noches.
Ahora los obstáculos son lago y naufrago.
No abandono por vago ni por cagado,
sino como grito.
No me resigno a la resignación de purgarme así.
Tendría que estar durmiendo pero te leo a ti, mala gente! De verdad que me cuesta, pero me está gustando, sigue así!
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