Una duda flotando en el vaso de café;
escribir, huir, deslizarse por el paso de la tarde.
Una escalera en la mochila,
la libertad deconstruída
amarrada
con una cadena al tobillo.
Un autobús urbano sin última parada,
una selva en el horizonte,
cinco balas en la recámara de un ramo de rosas.
El oportuno tosido de un niño mendigo,
una esquina sin alambre,
pulcrísimos jipis cantando en la playa,
fumando
relativamente poco.
El viento intermitente,
lo suficientemente fuerte
como
para joderte la siesta.
La venganza de los perros
obligados a asesinar a las liebres silvestres.
Un punto final en la mitad del camino.
y otros dos suspensivos
suspendidos en la rama más alta de la encrucijada.
Otra página potencialmente poetizada.
El abrazo de anoche
aún aullando en el cuello,
el barranco seco por donde debió
bajar
la catarata.
Una moneda extranjera preciosa sin precio.
La suavidad extrema de una espalda en espiral
enredada
en un pecho rectilíneo.
La proporción aurea de un beso inminente
que
no llega.
La experiencia contaminada de un jarrón cosido con oro,
una sonrisa con restos de sangre en la comisura.
Un poema sin principio.
Un poeta sin precipicio.
Una musa sin presencia.
Aquí sí está la musa que te niegas a reconocer ,el espíritu compañero en los gemidos de la noche
ResponderEliminarPero cuántas palabras magníficas!
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