domingo, 30 de septiembre de 2018

Libertad binaria


La libertad no es para tanto.

He meado tantas veces
en la puerta de la poesía
que ya casi es mía.
Pero hay más perros aquí.

Soy feliz con mi pequeño hueso,
Dios de mi universo
creo y destruyo mundos
a mi antojo. Yo solo.
Sin embargo vigilo silencioso
a los perros dioses compañeros
que devoran costillares de ventas.

Nada es mejor que esto.

La libertad era una liebre coja.

Mira cómo me comunico con poco,
compongo con dos tonos
todos los acordes de la pena,
compro vida con la pasta de los libros
y tabaco
me bajo al barro y vivo y escribo
y me va bien y no me quejo.
Pero mira como me limo
las asperezas de la mirada
cuando leo en la pantalla
los ladridos vacíos
de los perros sucios.

Quién me iba a decir a mí
que podría vivir de lo que amo.
Quién podría decir que amaba
lo que me iba a dar de vivir.

La libertad está llamándome en la cama.

Este poema no va de la envidia
ni viene del viento ni es materia.
Me siento pleno por estirar el alma,
en larguísimos versos sin norma
ni precio
pero rectifico los bordes del caos
y delibero ancho en la limitación.
No me libero porque ya soy libre.
Y todavía sigo mirando
por debajo del sobaco
a los cánidos anidados en la cima
que silban azúcar de atrezo y baba.

La libertad es uno o es cero.

Nada puede ser peor que cero.

Ese es un payaso, esa es una cursi,
aquella es como la otra y este como aquel,
mira qué soberana soplapollez,
qué despropósito, que vacío de continente,
mira qué de perogrulladas en racimo,
qué poco ritmo, qué aburrido,
mira qué disfraz de poeta místico,
mira qué normal, mira qué payasa,
como aquel, igual que esta y ese.
Yo sólo quiero ser lo que merezco.
La libertad debe de ser cero.
No es que no quiera luchar.

Nada es mejor que el ego aletargado.

Esto no va ni viene de la libertad.

Esto es libertad total mal empleada.

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