lunes, 25 de noviembre de 2019

Tan pequeños


Somos tan pequeños.

Tenemos al oráculo estudiando oposiciones,
tenemos ramas muertas en algún cajón,
vicios inefables, tablas rasas o piedras rosas
para descifrar la evidente entropía gris,
para siniestrar la percepción natural en un muro.

Grafiteros de nuestras entrañas, algunos,
escapamos esculpiendo en el lienzo que podemos
el enredo del vacío y su simpleza,
y los que no pueden oyen y recuerdan,
o leen y bailan o se estrujan la glándula pineal,
y tiene sentido el dolor a hierro milenario.

Somos tan pequeños que no soportamos,
con toda su literalidad, el peso del mundo
y vamos doblados al cine y a cenar sin amor,
y vamos doblegados al sexo por el exceso de datos,
somos tan pequeños que nos sobra espacio,
que nos sirve saber que potencialmente podemos.

Tan pequeños.

Imponentes faros barrocos apagados en la noche,
somos impávidos espectadores de peleas de gallos,
apostamos, perdemos y nos vamos y volvemos,
somos águilas en cuevas con simuladores de vuelo,
no tenemos hipérbole que no hayamos superado ya.

Automoldeados a imagen de un dios moribundo,
tirano, ácido cómico incómodo, desubicado dios,
cansado, dios repipi y caprichoso, niño malo dios,
arrugado y maloliente, mentiroso compulsivo,
a imagen de un dios que dibuja y subraya fronteras,
un dios que destruye luz, estamos automoldeados.

Tan pequeños somos que nos quedamos solos,
ascuas desperdigadas fuera de la hoguera de la plaza,
tan pequeños que bajamos el volumen de la rebeldía,
nos quedamos solos y nos quejamos poco por decoro,
somos tan pequeños que hasta los que lo canalizamos
nos quedamos solos ornamentando la revolución.

Tan pequeños somos.

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