Estaba enredado en una nube,
alimentando futuras lluvias
con estas lágrimas de tinta.
Estaba guardado.
Soy una comba en el cajón
y mi poesía una niña aburrida.
Soy un canto rodado en la estepa.
Estaba escondido
imaginando un ejército
apostado en mi puerta
esperando a que salga a por el pan.
Pero siempre tuve harina,
siempre tuve levadura
para venirme arriba
con una chispa de futuro lejano.
Aunque esté oculto
y delirando moribundo
estoy siempre a un minuto de la euforia.
Me guarezco de la vida,
de los rayos y la revolución
para no partirle los huesos
a la honrada muerte.
A mí no me ha hecho nada
su guadaña oxidada de latón.
Estaba tarareando sottovoce
el himno brutal del amor puro
para que escucharan las arañas,
para no ahuyentar a las cucarachas.
Ahora que asomo la patita blanca
y se acercan los lobos a mi ventana,
mantengo descargada
la ametralladora de palabras
por pena de que la luna
no tenga quien le aúlle.
Estaba condensando sangre
para elaborar un postre
que neutralice la salada estupidez
de los paladares tiesos de la masa.
Acepto mi rol de murciélago,
mi peregrinaje eterno
en estos tres metros cuadrados
para poder daros un tarro de luz.
En la linde del limbo y la pradera,
agazapado entre zarzas,
comiendo moras
y conmemorando un comienzo inminente
que llegará justo antes del final.