martes, 5 de agosto de 2025

Por no hacer nada

Por no hacer nada.

 

Soy un campo de minas antiguas,

heridas por abrir

y champán por descorchar.

 

Soy una caja de obviedades,

un militante de la espera,

un pusilánime soldado

apostado en la negra retaguardia.

 

Cargando con las piedras

de los templos que no edifiqué,

con esta corona hecha de las púas

que no lancé contra los monstruos.

 

Dolido en los dedos de no decir.

 

Callado en la cuenta atrás

del fin de la humanidad,

guardando los secretos milenarios

heredados de mis antepasados.

 

Con el petate de la revolución

hasta los topes de retórica eficaz

para derrocar esta tiranía electa

por la estupidez mundial.


Palabras de mano y estrofas de asalto.

Siempre esperando al próximo tren,

fumando sedantes en la estación

haciéndome el interesante

ante la mirada de un hipotético nadie.


Por no hacer nada.


Lo que me va mellando

es esta silla tan cómoda,

lo que me mata es tanta vida

acumulada al borde de la garganta.

Si no pudiera ser un héroe,

sestearía en los laureles del arte.

Si no pudiera ser un mártir,

despertaría sin dolor de espalda.

 

Son las flechas que no me clavan.

 

Es esta capacidad para sofocar

la punta de la llama de la ansiedad

de los ojos que se posan en mis ráfagas

la que me mantiene en vela agonizando.

 

Eludo mi don y se me precipita el cielo,

riego mis tiestos con lágrimas bobas

y crecen cáctus a los que abrazo

mientras la lluvia se lleva mi rabia.

 

Es por callar que estoy disfónico.


Asomo la cabeza desde la trinchera

para lanzar mi penúltima bengala

y quedar a la espera de refuerzos

mientras agoto las reservas de paz.

 

Es porque tengo la llave

que me mata ver la puerta.

Es por esta lucidez

que me cuesta respirar.

 

Por no hacer nada me desgasto.

 

Por no salir a salvar muero

en esta soledad tranquila

inyectándome el veneno

que calma y acelera el tiempo.

 

La última bengala es para mí

y espero mi llegada

mientras apuro rebeldías

entre inútiles versos desmedidos. 

domingo, 3 de agosto de 2025

Atar mi voz

Nadie puede atar mi voz,

nadie puede machacar mi semilla,

dorar la piel de mi mensaje

ni cribar las trazas de sinceridad

      en este vómito sin mácula.

 

No me pueden amarrar al puerto.

 

Me basta con la rebeldía irracional,

      con interrogaciones arrojadizas

para reventar centrales nucleares

y curvar autopistas ardiendo

con las yemas de los huevos.

 

Tengo suficientes incentivos

con el reflejo cromado

      al fondo de unos ojos tristes

para mellar a dentelladas

las aristas de la metodología popular.

 

Puedo poner en duda el sol

y sofocar la pasión más densa

porque me he liberado del azar

y cabalgo a mi animal a pelo

      al filo de una luna tierna.

 

Floto en esta espuma de duda,

roto por superar el aforo de llantos

      acumulados en la nuca,

latigazos de cordura contenida

que dejo morir dentro de mi boca.

 

Yo no puedo permitirme la censura

y me supero amordazando la razón,

secuestrando un autobús de moralinas

y revisando el pasaporte a los dolores

para depurar el concepto final de ideologías.

 

No me puedo permitir impedimentos.

 

Nadie puede atar mi voz

sin acabar antes conmigo,

así como no puedo yo mismo

      dejarme brotar salvajemente

sin acabar antes conmigo.

 

No me puedo superar

      si creo haber vencido,

no me puedo sepultar con muros

porque tengo de las crines al monstruo

      que diseñó mis laberintos,

aunque por la tarde me merendará.

 

Y como sé que puedo hacerlo, enmudezco,

abro la boca y salen en pompas de jabón

una revolución mesurada

y una flor partiéndose en gotas rojas

en el filo de esta luna tirana.