Entretanto tendemos tenedores
sobre el globo terráqueo,
y un viento huracanado los agita.
Me cuesta describir a la raza humana
como
elemento universal,
pero diría que somos todos grumetes desconocidos
de un barco a la deriva
y nos dedicamos a fregar el suelo
y rasgar las velas.
Mientras unos se pelean a cuchillo en la cubierta
otros miran mientras llevan a cabo funciones digito-nasales.
Abajo los esclavos siguen remando un barco que no es suyo,
a ritmo de tambor de multinacionales,
y los remos que empuñan son de madera maciza.
Desde arriba un científico chiflado con un catalejo
no avista más tierra que la isla de la muerte,
y nos avisa,
y desde abajo nos dejan verla a través de un calidoscopio.
Y en la proa, aristócratas con alzacuellos
tallan ídolos crucificados
que
protegerán a quien le deje una moneda.
Entretanto tendemos tenedores
y nos provocamos hemorragias nasales,
la nasa construye botes salvavidas
con tecnología papirofléxica japonesa
y la salvación la encontraremos
liberando a los esclavos de los pesados remos
para quemarlos en las calderas del barco,
y arrojar los remos por la borda.
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