lunes, 4 de febrero de 2013

Limbo de la ausencia


I

Y tus ojos se fueron
por el camino de tierra y flores muertas.

Y tus ojos se fueron
y yo me quedé en la soledad
                de aquel
que no es vigilado por nadie.

II

Eres una cáscara vacía,
un despojo de matojos rotos,
la leve luz crepuscular
que pretende atravesar un submarino.

Estás solo
flotando en una bañera de mierda,
sobre ti
un radiocasete coquetea con el abismo
mientras tararea melodías absurdas.

¡Despierta!

Líjate esa cara de imbécil,
sal a la calle grita.
Pero antes
limpia de sangre el espejo,
que pueda oírte.

III

Llevo cuarenta y cinco manzanas mirando al infinito,
y no me he comido el minuto.

Creo que estoy babeando por dentro,
o llorando o babeando lágrimas
o pudriéndome.

Una espiral. Pienso en eso.

Me pierdo,
me pierdo muchísimo en cada molécula.
Materia, aire, aporte proteico, calefacción.
¿Qué falta?

Me pierdo en la infinita curva paralela.
¿Dónde cojones se ha metido el infinito?

Recuerdo un mechón de pelo negro,
rizado como por azar,
entre mis dedos.
¿O fue después de esto?
No, estaba aquí ahora mismo. ¿Dónde está?

¡Ese olor! Su cuello inmenso humedeciendo mis labios,
calor. ¿Qué es eso? Una espiral. ¡Sus ojos!
Que alguien me alcance el infinito. ¿Qué fui?

Lo tangible, las llaves de casa,
el amor, lo intangible. ¿El amor?
Me falta. Ahora recuerdo. Sus manos. Su boca.
Me falta su timbre de voz. Pienso en eso.

Me pierdo,
me pierdo muchísimo en el espacio-tiempo.
¿Dónde está?


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