Los poetas existimos para sufrir,
es nuestro sino.
Yo lo asumo y como tal
me lanzo a trazar palabras desdibujadas
empapadas de una tristeza marina.
Yo pude haber sido escultor
y me la sudaría.
Podría haber sido pintor
y me la sudaría.
Podría incluso no haber sido
y entonces sí que me la sudaría.
Pero soy poeta, sufro,
luego existo.
Y la existencia me aprieta, me estrecha,
arruga las sábanas de la cama de la calma
y no me deja existir.
Cuanto más existo, menos existo.
Pero sigo,
sigo deslizando, sin pensar,
la punta del bolígrafo
como si se tratara de una tara
contradictoria y paradójica
apenas perceptible a primera vista.
Pues sobrevivirá el poema,
pero no el poeta.
Los poetas existimos
para no existir.
Y espero que el miércoles 5 recites esto.
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