Él se llama como yo
pero no usa mi nombre.
Pretende desbrozar
todos mis prados
y yo
genero una hectárea de despojos
por
minuto.
Me saluda sonriente
y asustado
desde los espejos,
me dicta libertad
y yo
hace tiempo que agujereé mis alas
y dejé en blanco
los
folios de las encrucijadas.
Él se alimenta de sueños,
yo no puedo despertar
del
letargo eterno del miedo.
Él es limpia pulcritud inmaculada
y quiebra el metacrilato
que le
separa del amor
con un simple brillo de sonrisa
mientras yo
hago de mimo
delante
de la mujer de mi vida.
Él está asustado,
yo no le temo a nada.
Quizá por esto
perdí la ilusión de destripar a los monstruos
que custodian los más preciados tesoros
y me olvidé de todo.
Él escribe poemas
técnicamente horribles
empapados de verdad.
Yo
escribo poemas por encargo
que llevan
su nombre
pero
hablan de mí.
Yo fui él,
él quiso ser yo
y ahora
necesito su consejo.
Y así vagamos los dos,
buscándonos en la oscuridad inmensa del espacio-tiempo,
llorándole a un tú
que
quisiera ser nosotros.
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