lunes, 4 de marzo de 2013

Hachazos al viento


He llenado de hachazos el viento
buscando mi destino.
No me quedan ya balas en la recámara
pero tengo los bolsillos
llenos de piedras
para reventar las vidrieras de los templos del miedo.

¡Cómo canta la oscuridad!
¡Cómo ruge!
He oído sirenas
menos atrayentes que el fracaso.
Nos enseñan,
                sí,
nos enseñan
                a perder
una
                y otra
                               y otra vez
y otra,                                                 
venga
otra
y otra
y lamentarse
y no a aprender.
Sí,
nos enseñan a asumir el fracaso
como parte constituyente del ser.
“Eres bueno”
dicen tus progenitores
mientras esculpen un oscuro bosque endemoniado
en el lienzo del futuro.

Mira cómo bailo.
                                                               ¡Siéntate y estudia, hijo de puta!
Cuando ya no tengas piernas
y un árbol muerto te cuelgue de los labios
vomitarás todos los conocimientos superfluos
sobre la cara de tus nietos.

He llenado de hachazos el viento.
Quiero correr,
pero tengo en la mochila
las ruinas de los sueños
de todos mis antepasados.

¡Cómo grita el abismo!
¡Cómo tira!
Presos desde los tres.
Nos decapitan.
Reticulan nuestros folios blancos,
mutilan las alas de la imaginación,
encadenan nuestra lengua
y construyen marionetas para que muevan los hilos de nuestras muñecas.

Presos.
Lejos de la naturaleza.
Lejos de los sueños, de la realidad,
de la dolorosa verdad que libera las gargantas.

Presos
en un limbo,
del que es mejor no salir
si ya es demasiado tarde.

He llenado de hachazos el viento.
                He llenado de hachazos el viento
para abrirme paso hacia afuera.
                               He llenado de hachazos el viento
en vez de abrirme el pecho y buscar dentro.
                                               He llenado de hachazos el viento
buscando un destino
que he tenido siempre
guardado en el bolsillo.


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