Tropel de seres sin rostro
cargando cruces de hierro
y rosarios de oro
atraviesan las calles en busca de sangre
y abren en vertical el vientre
del que salimos todos
para esterilizar a nuestra madre,
para inutilizar a la pureza,
para ridiculizar la paz,
para destrozar la civilización.
Seres oscuros de cueva profunda
salen a la luz de la farola
a proclamar la rabia,
a edificar el caos,
a manipular con trastos viejos,
y repelentes de lógica baratos,
a seres pequeños
que olvidaron que son dios
y ansían localizar el foco
del vasto incendio de vacío.
Procesión de ánimas en trance,
enajenadas por la soledad,
se identifican por colores
y se abrazan sin rozarse
antes de lanzarse furibundas
a las costillas de aquel
que produzca más melanina
mientras aseguran defenderse,
quiebran cuerpos humanos
mientras aseguran defenderse
de culturas agresivas.
Interminable lista de seres
que siguen incansables
la senda del más fuerte,
los mismos seres que callaron
ante los abusos del matón
en el patio del colegio,
los mismos siervos asustados
que prefieren al tirano
y deconstruyen la libertad
para que nadie la disfrute.
Caravana de seres informes
fundiéndose con su sombra
en busca del enemigo único
que dé significado a su camino,
en busca de seres débiles
que no se defiendan demasiado,
avalancha de seres cobardes
que ondean la ignorancia
avanza lentamente
hacia las mentes vulnerables
y es cada vez más ancha.
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