sábado, 29 de noviembre de 2014

Cabemos


Cabemos en un grano de luz.

Las vasijas de la mente
no albergan los recuerdos yermos,
            no albergan las derrotas.
Sabes, como yo, que no sabemos
                                   dónde vamos,
que vagamos por el desierto
                                   de la incertidumbre
con la felicidad de un farolillo,
que nos dejamos guiar por brújulas
                                               intangibles.

Cabemos en un jergón de paja,
en una cabina de teléfono,
cabemos en una micra de desprecio de ventanilla.

Venga, dime otra vez que me detestas
para poder vengarme y
mirarte con los ojos de clavar.

Cabemos en un saquito de electrones drogados.

Venga, atrévete a filtrar las interferencias
            y dejar de lado el ritual,
a cortar la cola o el cuello de la pescadilla.

Dime que no estás, que no estamos
en todos los huecos en los que no se cabe.

miércoles, 15 de octubre de 2014

La nostalgia

He descubierto a la nostalgia
espiándome tras la cortina.
Ella sabe que sé que está
y le gusta.

Pero ahora no tengo tiempo
para llorar frente al álbum de fotos.
Prefiero seguir limándole las uñas al presente
para que siempre esté presentable
ante la continuada inminente llegada del futuro.

Aléjate, nube moribunda multiforme que retuerces lacrimales,
nube azul-grisácea que te instalas en mis glándulas.
Aléjate y llévate los olores de mi infancia,
el tacto de aquella espalda,
la voz de todas las miradas que sostuve.

No me interesa.
Tengo demasiados tiestos que regar
y novelas a medias.

No me afecta
lo más mínimo ver arder recuerdos
ni tengo miedo a la bruma del tiempo venidero.
Estoy aquí, desollando la tarde,
oyendo el canto de la noche.

La nostalgia, a veces,
se mete conmigo en la cama
y yo no tengo más remedio que amarla.
Ella siempre quiere más.
Por las mañanas sale de la cafetera
y yo tengo que cortarle las alas.
Me persigue por las calles
haciéndose la víctima
y me monta el numerito en los andenes.

No me importa.
Tengo que vivir mi vida
y dejar de pensar en ella.
Impedir que el eco del balón con que jugábamos
siga golpeando las paredes de mi patio de luces.
No tengo tiempo para rebobinar.
No me abruma la grandeza de mi infancia.

La nostalgia aparece cuando desaparecen las pantallas
y las distracciones mundanas.
Sale de cualquier cajón con un vestido de neón
pretendiendo acapararlo todo.
Me embiste cuando estoy solo,
cuando el presente no da para más.

Pero no me interesa,
no me afecta,
no me importa.

La nostalgia está arañando mi puerta
mientras hago como que no pienso en ella,
mientras concentro toda mi atención
en no prestarle atención a ella.

Maldito dolor de seda,
bendito sedante.
Mi desprecio es directamente proporcional a mi deseo de abrazarte.
Hacerte el vacío y sentirme desaparecer
a pesar de no existir si tú estás en mí,
a pesar de no existir si tú no estás aquí.

Pero ya no hay vuelta atrás,
estás sentada en mi regazo con tu pijama de erizo
y hace un rato que ocupas la segunda persona.
Ya no hay vuelta atrás,
estoy sentado en mi pasado
y hace un rato
que ocupo la primera persona.

martes, 14 de octubre de 2014

Tanto que decir

Paladean las palabras el vino del momento,
teclean los dedos, la imaginación se despereza.
Martillea mi conciencia la tinta acumulada,
tanto que decir, tanto que callar.

He llorado nubes de todos los colores
pero las plantas de mis pies siempre tienen sed.
Me dicta el viento doce poemas al tiempo
y mastican, sin mezclar, mis pupilas cromatismos.

Quisiera hablar de ti
y de ti, y de ti también
pero tengo tanto que decirme a mí.

Soy ese ratón sin ruedecita en la jaula,
sin queso al final del laberinto de mi literatura.
Soy ese esquimal mal acostumbrado al frío,
ese jinete con lumbalgia, ese poeta sin luna.

He reído solo todos los saleros posibles
pero el cielo siempre trae más nieve a mis bordillos.
Pedalean las palabras el monociclo del presente,
tanto que decir, tanto que decir.

Quisiera hablar de ti también,
y de todo lo que me orbita
pero tengo tanto que callarme.


miércoles, 8 de octubre de 2014

Ya lo he dicho todo

Y cabalgar contigo hasta que se acaben los caminos…

Ya lo he dicho todo
pero aún no he hecho nada.

Sigo desordenándome por dentro
a ver si así
descubro dónde colocarte.
Eres una luna con hocico de musa
y yo un violinista con metralleta;
podría interpretar mis mejores piezas para tejado
durante toda la noche
pero todas las estrellas
se darían por aludidas
menos tú.
Tienes pies de helio
y las briznas de césped se estiran a tu...
Paso.

Ya lo he dicho todo
pero aún no he prometido nada.

Sería lo más fácil:
rasgar por la mitad mi vida,
abandonarlo todo,
cumplir promesas,
            una tras otra,
y despejar la niebla del futuro.
Es cobarde no prometer nunca
pero también es cobarde no saltar sin comprobar antes el paracaídas.
Sólo puedo empeñar el presente,
emplear el ahora y prometer hasta las doce.
Fuimos tan inmortales
como todo lo que dura el tiempo justo.

Ya lo he dicho todo
pero no pretendo embriagarte con palabras de garrafa.
Aún no hemos hecho nada
pero lo cambiaría todo por volver
a aquel sofá destartalado, el sol de naranja y los semáforos en rojo,
entrar en la fotografía y no soltarte.
Ya lo he dicho todo
pero tengo todo por contarte.
Cambiaría incluso lo que aún no he dicho,
lo cambiaría todo por volver
y, una vez allí, no cambiar nada.

No se debe decir todo
pero echaba de menos mi sonrisa.

Ahora sólo tengo la infinitud del presente
para compartir.

No se debe decir nada.
Hay que hacerlo todo.

Y cabalgar contigo hasta que se acaben los caminos…

sábado, 13 de septiembre de 2014

Urge

Urge reanimar conciencias,
cocinar consciencia,
agujerear, cuando menos, la venda,
ver, digerir, gestionar, canalizar
y expandir la luz.

Urge rebobinar la historia,
desenmascarar a los villanos,
dar nombre a los miles de números
            olvidados en las cunetas.

Urge desestimar cualquier suculenta oferta
            de vender el cuerpo y el alma,
                        de cambiar el tiempo por papel moneda.

Urge desoír viejos consejos
            de sumisión y conformismo,
urge virar el timón hacia la utopía,
                        remar cada día
y asumir que el camino es el fin.

Urge sonreír
al vecino, a las madres, al enemigo y,
                        sobre todo,
al espejo.

Urge elaborar delicadamente ese compás,
ese verso, ese trazo
capaz de remover un universo interno.

Urge pisar todos los charcos, a ver qué pasa;
mear fuera del tiesto,
mear dentro, si es necesario;
            urge transgredir la transgresión.

Urge desplazar montañas
            si es que no amanece,
despeinar a los banqueros y a los yonquis,
amar desde dentro
            hasta el último rincón
sin miedo a ser tachado de intenso.
Urge agradecer los baches,
            acariciar el dolor hasta la disolución.

Urge ser consecuente,
lo menos hipócrita posible,
tomar lo que a cada cual le corresponde;
            que lo que es de todos,
                        sea de nadie;
la única propiedad posible ni se toca ni se usurpa.

Urge devolver a las palabras su significado:
Pan, democracia, genocidio, derecho, feminismo,
Iglesia, golpe de estado, patria, canción,…

Urge respetar a todo aquel que lucha,
que se juega el cuello por una idea,
respetar a esos chiflados
que sistemáticamente son quemados
en nombre de Dios
o de la Ciencia.

Urge desobedecer por si acaso,
imaginar por defecto,
                        soñar en exceso,
saltar,
volar o caer,
            pero saltar,
mover las ideas y no idear los movimientos,
huir,
huir constantemente de quienes parasitan la luz,
huir del país o del barrio,
huir de la realidad
de vez en cuando.

Urge respirar profundo,
            llorar despacio,
                        extirpar la rabia.

Urge parar el reloj,
            replantearlo todo,
                        parar las prisas,
                                   reforestar el tiempo,
                        parar el despertador.

Urge frenar,
mirar, recalcular y proseguir después,
para poder perseguir al conejo blanco adecuado.
¿Frenar la urgencia?

Urge reanimar conciencias.

Urge dejar de hablar de hacer,
acallar a las palabras,
hacer.

martes, 12 de agosto de 2014

Dos gotas más

Éramos dos gotas más.
Ni más ni menos.
Dos gotas en el aguacero.
Dos gotas en el cristal.

Fuimos también
una sola gota.
Una sola gota, redonda y gorda
en el cristal, en el andén.

Una sola gota rodando
sin perder ni una sola
molécula de oxígeno,
una sola gota
esperando cualquier tren
que no fuera hacia el desierto.

                Y nos asustó la lluvia.
                Y nos asustó aquella humedad
                donde perdurar es menos,
                donde perdurar sin más.
                Y nos dividimos de nuevo.

Y volvimos a ser dos gotas.
Dos gotas que se buscan.
Dos gotas que rebotan contra otras gotas,
que no ruedan en cualquier cristal.
Y fuimos, otra vez, dos gotas más.

Y la lluvia iba cesando.
Y evaporarse era una opción
más que atractiva.
Dos gotas a la deriva
que se buscan, que repelen
las gotas de sudor extraño.

Y de tanto en cuanto,
de tanto rebotar y rodar sin más,
nos uníamos de nuevo en una sola gota
que acabó por ser de llanto.
Y fuimos imán por desencanto.

                Y nos asustó la lluvia.
                Y nos asustó aquella humedad
                donde perdurar es menos,
                donde perdurar sin más.
                Y nos dividimos de nuevo.

Y evaporarse era una opción
más que inmediata
y ya no nos quedaban más ventanas.
Y la lluvia terminó.
Y los andenes se quedaron sin trenes.
Y volvimos a ser dos.

Somos dos gotas que se buscan.
Dos gotas más o menos
resignadas al viento.
Y vamos perdiendo hidrógeno
y no somos ya ni llanto.
Y no nos asusta ni la lluvia ni el desierto.

Desaparecemos en la multitud del lago
o nos evaporamos en el mástil de un velero.
Somos dos gotas menos.
Sin más.

Pero volveremos a vernos,
Nos volveremos a llover.
Volveremos a ser una gorda gota más, sin menos.
Volveremos a llovernos.

domingo, 13 de julio de 2014

Me salvo

Repleto de gritos de auxilio
me salvo.

¿Cómo voy yo a salvar
a la parte valiente de mí?

¿Cómo reclamar libertad sin garganta?

Repleto de gritos de auxilio
y puntos de fuga energética
me arrastro.

No doy con mi calavera
en un desierto definitivamente quieto.
Desde atrás me observan las miradas que abandoné,
me clavan su pena de oruga en la nuca
y yo no puedo darme la vuelta.

¿Cómo mirar atrás sin retrovisor?

¿Cómo mirar adelante?

Tengo la vista tan fija en el presente que no levanto cabeza.
Atisbo horizontes tan cercanos
que no quiero mirar.
¿Cómo mirar sin ojos?
Se aparecen mares de todos los colores tras la niebla de mi mente,
imagino que imagino que imagino…
no puedo mirar.

¿Cómo imaginar sin futuro?

Veo mis pupilas frente a mí,
pidiéndome que las mire,
y, en ellas, veo las mías reflejadas
pidiéndome perdón y amor.

¿Cómo pedir auxilio al moribundo?

¿Cómo pedir amor al enemigo?

Repleto de gritos de auxilio
y ascuas
me soplo.

Busco yesca en los labios,
leña en los brazos,
busco reavivar la rabia, liberar la vida,
calor para el entorno, luz natural,
busco una esquina en que cobijarme del clima hostil de la soledad
y, entre tanto,
            de vez en cuando,
me busco
y me encuentro buscándome
y me ayudo a buscarme
y.

Repleto de llamas
y olvido
me reduzco a cenizas.

Vacío de gritos de auxilio
y piel,
renazco, dejo de intentar salvarme,
levanto la vista, parcheo las heridas con actos,
me olvido de mí
y me salvo.

Vacío de mí
me lleno de mí.