miércoles, 21 de junio de 2017

La erudición

No me interesa la erudición.
Jamás le di valor
            al acaparador de conocimiento.
Para mí no tiene más crédito
            que un vividor analfabeto.

Todos esos libros
están mejor ordenados en un mueble
que decorando las conversaciones trascendentes
            de la gente ávida de discusión.
No me interesa la cabeza recta
que cita al venerable pensador
            para dictar sentencia.

Me apasiona más el balbuceo errante de un borracho
que un pedante repetidor de información.
La mente no tiene hueco para el ayer y el presente,
para la escucha y la voz constante.
La erudición es contingente.
            Me interesa lo importante.

El instante siempre es nuevo,
la libertad hace el amor con las palabras
y duerme sola en su cama luego.

            Pero lo respeto.
Tienen que existir el poeta y el lector,
el que hace y el que observa.
El mago no puede ser conejo al tiempo,
la sabiduría no sabe mirarse en el espejo.

No me interesa la erudición.
Jamás le di valor
            al contenedor de versos yermos.

Antes prefiero el silencio perfecto
de quien construye desde cero
sin haber oído hablar del dos.

Nunca le di crédito al cretino profesor
en cuyo bagaje no cabe el apredizaje
que le otorga la duda del alumno.

No se puede hablar de Dios
            y que a la vez exista.
La realidad no puede ser escrita y vista.
Andén en movimento viendo trenes quietos,
lienzo y cuerpo del modelo
            dibujando viento en el vuelo
                        de su propio parapente interno.

            Pero lo respeto.
Tienen que existir el guerrillero y el político,
el músico y el musicólogo, 
Yo vacío el entendimiento 
            para comprenderlo todo.
Al filósofo no le interesa el filósofo.
Yo lleno de semillas el huerto del folio.
A mí no me interesa el desarrollo.

El muerto al hoyo,
            el erudito al libro
                        y el vivo al bollo.

lunes, 19 de junio de 2017

A mí

Si me preguntárais
a mí,
os diría que erradicárais
todo ansia de poder,
que os oprime tratar de poseer,
os diría que saliérais de Matrix,
que la verdad está ahí fuera.

Si me preguntárais
a mí,
os pediría que legalizárais la libertad,
os propondría elimiar la experiencia
para afrontar el presente,
os advertiría
que vale más la brisa marina
que la caracola,
más el aroma salvaje
que el perfume aderezado con hormonas.

Si me preguntárais
a mí,
os aconsejaría la quema
de todas vuestras banderas,
la mordaza para vuestros dogmas,
la camisa de fuerza para vuestro juicio,
la correa al cuello para vuestro ego.

Si me preguntárais
a mí,
no os hablaría del silencio.

Si me preguntárais
a mí,
apagaría las pantallas y los cigarrillos,
amaría sin temer futuro,
os lavaría los pies,
abandonaría las palabras nonatas
en el vertedero del paladar.

Si me preguntárais
a mí,
os haría saber sin deciros que lo sé.

Si me preguntárais
a mí,
no os diría:
“Por favor,
no me preguntéis
a mí”.