jueves, 14 de noviembre de 2013

Cavo mi tumba

Cavo mi tumba y meto dentro los miedos.
No puedo seguir cantando,
                tantos destartalados sueños
                               huyen colina abajo…
Y sigo sin ponerme el abrigo
para visitar los estivales parajes de mi pasado
y sigo muriéndome de paz y pena.
No suelo ser yo
cuando aparezco en los recuerdos:
cambio de reloj, tiro los dados
y despierto en una cama sin sábanas voladoras.

¡Qué destello de escalofrío,
qué desasosiego de caricias!

Meto los dedos en el pelo de cualquiera
y me masturbo recordando lo que pudo ser.
Sigo sin verte ante mis ojos.
Sigo sin saber seguir, estancado,
                flotando boca abajo.

Cavo mi tumba
y meto dentro gominolas.
Salgo
Escribo en los árboles  mi cadena genética
y extirpo de mi nuca
los apellidos de mis antepasados.
Salgo
y estrello mis manos
contra una realidad disfrazada de luna.
No puedo nombrarte.
Cabalgo a pelo
sobre un caballo anciano,
las hormigas que me salen de la boca
cargan con las migas de los poemas que nunca te escribí.

Lo que escribo
dicta lo que tengo que pensar
y así
el tiempo
no siempre avanza hacia adelante.

Paro.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Humo blanco

Se tornan humo las nubes
que encapotaban los sueños.
Humo blanco.

Me deslizo süave sobre el tedio,
mato las horas
pero me quedo con unos cuantos minutos
como prisioneros de guerra.

Una sonrisa nace rápido
desde el centro de mi centro
pero      aún mis músculos faciales
solo rinden         a un 20%.
Cojo carrerilla,
                desperezo los dedos,
                               abro las puertas hacia afuera y
aunque chirríen los goznes,
                                               respiro armónicos de musa.
Aún tengo esperanza.
Sólo quiero deslizar el boli sin pensar,
sin estructura y
que vuelen las palomas de tinta de los campanarios en que me dejé los huevos.
Trazas de rabia
                pueden encontrarse a veces
trituradas entre las más bellas palabras.
Aún tengo motivos.
Tenemos más de cien mentiras que valen la pena.
Y de doscientas. Sí.
Los trenes, la risa, los bares….
pero esta salvajada de amanecer,
este chispazo de supernova,
esta catarsis de levadura
no viene de la mente.

Aún tengo motivos.
Subrayo el horizonte todas las mañanas para recordarlo.

Pero ahora
                no sólo lo recuerdo, lo siento.
Lo siento.
A veces las palabras,
maltratadas,
pierden su auténtico significado.
Quiero desatascar las tuberías de las entrañas
sacar las garras
                y rasgar las velas de la barca
para navegar a la deriva
en un océano
                que nunca me dejó varado en oscuras orillas
y divisar a lo lejos
aquellas islas que dibujé de niño.

Se tornan gelatina los muros
que me separan de los sueños.
Ya los huelo. Tengo motivos.
Tengo misiones que cumplir.
Tengo constelaciones en el vientre
                chocando entre sí constantemente
                               y polvo de estrellas en el brillo de los ojos.

Ahora varias lágrimas,
                nacidas del mismo seno que mi sonrisa,
pugnan por brotar
                pero aún es pronto para inundar mi cara.
Relamo la victoria,
pero aún he de apretar los puños.
Derramé ya demasiada sangre.

Ahora mis versos
están empapados de rayos de vida y verdad
y tengo ganas de gritar,
bajar al parque
                y delirar, rodar, saltar
sentirme lejos de todo
hablarme a mí,
sentarme cerca de todo,
tocarme, alarme, alcanzarme, sincronizarme con el cromatismo del viento
                               y morir cantando
                                               abrazado a cualquier árbol.
Se tornan humo las nubes.
Humo blanco.
Los poemas
a veces
también pueden ser alegres.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Sol[de la]edad

Alcoba, paraguas, perchero, estantería, desorden absoluto.

Tengo sucias las aspas del molino
de tanto echar de menos al viento.
Mi habitación está repleta de marionetas
                sin rostro
que se asoman por detrás de los muebles
y gritan tu nombre.
Sales silbando de los bafles
canciones inacabadas
de artistas malditos.

Me dejo seducir.
Salgo de casa cantando
y un puñado de pájaros me acusan de plagio,
entonces despierto
y me veo cubierto de la tela de araña que has tejido en mi cama.

Caricias, cáscaras de conversaciones, simetría ocular, frío.

Imagino que sólo imaginé que eras una entelequia
y que siempre has estado conmigo,
de mi mano.
No puedo desprenderme.
Usas mi piel.
Devuélveme mis zapatillas de andar por casa
y las lágrimas de plastilina que moldeé.

Compartirme contigo. Compartirte conmigo. Compartirnos. O no.

Hay sombras que pretenden separarme de ti
y luces
que no me dejan verte.
Jaula, cerebro, pasión, dolor físico, amor, libertad absoluta o relativa.
No.

Escucharé tu grito afónico
y volveré a darte la espalda.
No eres yo. Sólo un trozo.

Yo
somos nosotros.