viernes, 3 de septiembre de 2021

Un volcán

Tengo un volcán en la boca,

literalmente.

 

Tengo tantas palabras preciosas

incrustadas al fondo de mis minas

que prefiero el silencio

que flota después de tus gemidos,

prefiero los rugidos animales

que la explicación empírica

sobre el magnetismo de la tierra.

 

Háblame de callarnos

y enarbolar la revolución interior

que arrase con la estupidez mundial.

 

He olido tu hueco

y he perdido el rumbo,

mi brújula se descontrola

y se me sale la lava de los labios

buscando quemar tu silueta.

 

Estoy buscándole un final

a este principio continuo

y sólo encuentro tu primera mirada

abriendo cada vez más puertas.

 

Este texto no termina

y las ganas se recargan solas

cuando tus ojos de hojas flotan

sobre esta boca enajenada

por el calor me hacen irradiar.

 

Usar la mente es para flojos

y yo tengo suficiente valentía

para mirar a los ojos al folio

y dejar que mis erupciones

te laven la ladera de la cara

para rodar por ella suavemente.

 

Si pudiera explicarlo, sería mentira.

Para eso está la poesía.

 

Dejo que broten las pompas

sin pasar por el filtro,

molido de miedo

ya no me atasco en los agujeros.

Nada que perder es un tesoro.

 

Si pudiera prometer futuro,

sería un absurdo arbusto sin fruto,

pero puedo dejar caer imágenes

de nosotros en la cima del mundo

y relatar el onírico torbellino

que me fuerza a danzar contigo

cada cinco minutos en mi cabeza.

 

La mente no sirve para la verdad.

Para eso ya está la poesía.

 

Y cuando digo que soy un volcán

quiero decir exactamente eso,

nada es más preciso que lo abstracto

y explicarlo es dar rodeos al océano

para no tener que mojarse

como mis dedos en tus maremotos,

para no tener que nadar hasta el fondo

y jugársela por un deseo incontrolable,

por una chispa inefable

que nos haga estallar sin forma

sobre los venideros caminos inflamables.

 

Por eso prefiero el silencio

pero siempre después de tu alarido,

siempre después de mi vómito de tinta,

siempre antes de la lluvia de ceniza,

silencio de chiribitas candentes

siempre durante la mirada infinita.

 

Exige mi silencio cómplice

con la sencillez de un beso.

Háblame de hablar en verso

para entender esta vorágine.

 

Tengo un volcán en la boca

literariamente, es decir,

tengo un volcán en la boca

y este es el final del texto,

es decir,

el principio de un universo.