miércoles, 16 de marzo de 2022

Trayecto

Una mirada de asombro prende la chispa.

 

Me pone ser observado

mientras desenlato mi tinta

en un rincón del vagón de metro.

 

No es normal

atender a los quejidos internos

en esta jungla deforestada de almas.

 

No es raro, sin embargo,

mirar hipnotizado una luz

y ser un ser anulado.

 

Desaparecer detrás de cualquier tela

parece lo más lógico,

es de locos,

no ser visto está bien visto,

es de cuerdos.

 

Recupero viejos conceptos,

paseo por lugares comunes para mí

sorteando las trampas para osos

y poetas pop que puse.

 

Al fin y al cabo soy minoría

y estos parajes son extraños.

 

En este trayecto

desatasqué mis tuberías de incognito

pero ahora que todos se esconden

soy un faro de neón rosa

en la costa más oscura.

 

Es perfectamente lícito

permanecer impávido

mirando los zapatos propios

durante el traqueteo.

 

Pero parece estar penalizado

observar el entorno,

agitar la coctelera de verbos

y derramar un jugo de oraciones

mientras los demás no existen.

 

¡Cuánto esfuerzo,

cuántos ceños apretados

tratando de ser una sombra!

 

Ahora hay trofeos tácitos

para quien mejor se esfume.

Si se quiere existir

se requiere el elixir dorado

o el néctar purpúreo

o el destilado barato

mezclado con infames

líquidos carbonatados.

 

Si no hay veneno,

serás insano.

¡Ay las pinzas que sostienen

las costumbres culturales!

 

Estoy riéndome de mí

mientras escribo en la barra del bar

por no abrirme en canal

y ahorcarme con mis tripas.

Sería demasiado previsible.

 

Ridiculizarme, en cambio,

resulta ser un acto inédito.

Y me riego de llanura y cerveza

para pasar desapercibido.

Todo es más translúcido

empapado de banalidad.

 

Después del recital viene la risa

y todos son libres ya

del silencio interversal

que genera pensamientos propios.

 

Por fin el final,

por fin el inicio del ritual báquico,

el principio de la danza y la bajeza

que, al fin y al cabo,

para eso hemos venido.

Para eso nos vendimos.