viernes, 20 de junio de 2014

Tormenta en ciernes

Los cuervos asoman de las rendijas,
buscan carne, huyen del cielo.
Miles de insectos evacúan sus agujeros,
todo el aire se ha perfumado ya de tierra.

El viento cesa de pronto.
A lo lejos ruge lo que se acerca.
Las hojas hacen sonar
las primeras gotas.
Ya viene.

Los cuervos temen a la muerte.
Caminan. Sus alas ya no son nada.
El crescendo de las gotas es lento pero constante;
cada vez más cerca.
Luz.
Tiempo.
Sonido.

El viento ha desaparecido por completo.
De pronto se rompe el crescendo
y sube diez peldaños.
Los cuervos ya ni lloran.
El sonido de las gotas con las hojas
es tan perfecto y armónico que nunca podría ser música.

Se moja el folio.
El agua no entiende de ventanas
ni de verticalidad.
El agua pasa.
Luz. Sonido.
Poder.

De pronto decrece.
La luz prosigue. El sonido también.
La lluvia escapa,
tiene miedo del agua.

Ahora, sólo el chorro grueso del canalón.
Y el viento,
que vuelve tímido
asustado del aire.
Y vuelve con él la tierra.
Poder.
Me dejo envolver un rato.

Retomo la escritura.
Hace mucho que no sé de los cuervos.
Sólo recuerdo sus ojos muertos señalándome.
Luz.
Silencio.
Sonido.
Ya se va.
Me dejo ir con ella un rato.

Retomo la escritura.
Estoy sólo ante la nada.
Ya casi no vienen las palabras;
tienen miedo
de ser sólo eso.

Detengo la escritura.

miércoles, 18 de junio de 2014

La colina amarilla

Me dejé caer por la colina amarilla
donde los cactus
acunaban a las lagartijas,
abajo
cien laberintos de tonalidades frías
me esperaban ansiosos.
            Busqué y encontré que lo que buscaba
            era no encontrar nada
y nadé en océanos ocre
y atravesé las llamaradas más naranjas,
ida y vuelta,
California y Jesucristo,
los fantasmas de mi armario,
vuelta y vuelta,
vi morados agrios,
vi flores ásperas,
vi soledad e infancia,
ida.

Me dejé caer, entonces, de nuevo.
Y me vi viejo
juntando las piezas de puzles dispares,
recordándome ahora,
vuelta,
crucigramas inteligentes,
armonía sangrando por las muñecas,
las escaleras del instituto.
Me vi viejo
            recordando tus ojos,
                        recorriendo tus ojeras de madera,
y te dejé caer por la colina amarilla
para verte desaparecer en tu pesadilla,
y verte vieja recordándome
y que me despiertes, entonces, de nuevo
por última vez.

sábado, 14 de junio de 2014

Callejón del sueño

En el callejón del sueño
Me perdí y me encontré conmigo.
Miles de espejos rotos y convexos
deformando la imagen que tengo de mí.

En el callejón
me reconcilié con mis monstruos
hartos todos de perseguirnos los unos a los otros.

En el callejón
         sin salida
del sueño
me perdí para encontrarme conmigo.

Y me encontré con el pasado
de espaldas al muro de enredaderas
del futuro;
humareda de miedos no resueltos
colándose por la mirilla del presente,
los hilos sueltos de mi piel,
las cáscaras de las carcajadas que no liberé.

En el callejón sin salida del sueño entré.
Todos los monstruos llevan mi rostro
y tienen miedo de mí también.

En el callejón del sueño reconstruí un espejo
y me vi despierto,
escalé por las enredaderas
y perdí entre el humo la imagen de lo que fui.

Del callejón sin salida del sueño
se sale
por arriba.