No
se dice.
No
se dice la sombra.
Me
cuesta ser auténtico
detrás
de tanta parafernalia.
Me
cuesta manifestar mis sentimientos
de manera honesta,
detrás
de tanto profanamiento métrico.
Me
cuesta sobremanera
sacar
la mierda almacenada,
maquillarla
de palabras arcaicas
y
exhibirla como si fuese nueva.
Me
cuesta ser sincero,
con
este disfraz de tuno,
con
esta luna de cuarzo,
con
este bolígrafo de teclas.
No
me acostumbro a esta tristeza mía
vestida
de noche,
esta
herida de atrezo
que
me pide ser violada en directo.
Me
cuesta contar
que
me duele la existencia en soledad
y
no soporto al resto de la gente,
que
me escuece la estulticia humana.
Me
resulta incluso frívolo
contar
que no soy capaz de amar al máximo,
que
me siento contaminado,
que
no puedo ni llorar
de lo cerca que está de mi frente
el centro de mis
emociones,
que
me siento débil y devorado,
que
me agota la tristeza social
y
se me apagan las velas y las venas.
Me
cuesta decir
que
me cuesta cada vez más
irradiar
luz, dar la mano, el brazo, el labio,
ilusionarme
sin más, querer alcanzar algo
y construir feliz las escaleras.
Si
sólo se dice la luz
se
ve todo y no se ve.
No
se dice.