lunes, 25 de mayo de 2015

Hora punta

La entretenida tela de tarántula
en la que me balanceo
está hasta los topes de elefantes.

Hora punta.

Las axilas exhalan la canción de la madrugada,
tres o cuatro terroristas
se cuelan en la cola de la frutería
y un recién nacido
vomita sus vidas pasadas sobre la visa de su padre.

Próxima estación: Babilonia.
Baja un elefante
y suben treinta y dos.

Hora punta.

Chirrían las articulaciones
de los dedos que teclean frenéticamente
la misma conversación de siempre,
una y otra vez,
infinitamente
y un tractor pretende
cabalgar a pelo un purasangre.

Próxima estación: El cementerio.
Con la sutileza de un tsunami
vamos desabarrotando
la entretenida tela de tarántula
y queda únicamente en ella
un poema inacabado
que se balancea
y, a veces,

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