Empieza
despacio.
Acaricia mis dedos,
mira mis ojos,
respira mis pulmones.
Acércate
despacio.
Posa tus alas en mi nube,
relame mi lengua,
libera las serpientes sedadas de tus pestañas.
Susúrrame el silencio del pecado,
amenaza de muerte a mis miedos,
sintoniza tu aroma en mis pezones.
Despacio.
No despiertes al sueño.
Despacio.
Decora las horas con la calavera del tiempo,
araña mis uñas,
muérdeme las palabras que no vengan al caso.
Despacio.
Desátame despacio.
Desátame del suelo y encadéname al viento.
Déjame caer desde abajo.
Despacio.
Deja que mi cuello se cuele por tu nariz
salvajemente,
deja que juegue con los pétalos que te salen de los labios.
Arráncame la ropa de los ojos
con la seda lenta blanca de tus dientes.
Házmelo.
Házmelo, pero despacio.
No despertemos al espacio dormido que sueña con nosotros
en algún lugar del futuro.
Despacio.
No hay motivos para ser prosaico párrafo sintético,
no hay motivos
para ser huella de rueda en una curva cualquiera,
no hay motivos para fumarse la primavera fugaz en un peta de otoño,
para la prisa, la risa forzada, la brisa huracanada,
no hay motivos
para sepultar prematuramente este preámbulo infinito,
este paradisíaco paréntesis,
este no querer saber lo que hay después.
Házmelo despacio.
No vaya a ser que nos despierte
a llanto límpio
el feto informe de una realidad
huérfana de espacio.
de()espacio.
despacio.
Tan bonito, como siempre.
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