Arcadas.
Tengo mucha tinta en el estómago.
Mente en blanco, alma negra,
tornillos oxidados en el pecho.
Odio, ¿amor?, odio.
Granadas de mano en las pupilas
y en las palabras caracolas sordas.
Quiero acariciarte, olerte, morderte,
arañarte,
golpearte, descuartizarte.
Quiero irme de mí.
Arcadas.
Ayer tendíamos
lavadoras de miseria
en cordones de oro
y nos bastaba con medio rayito de sol.
Ayer estábamos de revuelta
y matábamos de risa a los sauces.
Ayer…
Hoy
te miro y deforesto una montaña.
Arcadas.
Todos mis muros se derrumban
una y
otra vez.
A la mierda!
Ya no necesito caparazones,
¡que
venga el mundo!
Aquí estoy
a pecho descubierto
y los
nudillos cargados de veneno.
No puedo resetearme otra vez más.
Quiero
irme de mí,
Quiero
que te vayas de mí.
Quiero
irme de ti.
Déjame volar,
aunque sea encadenado a mi conciencia.
Razón, ¿instinto?, razón.
La razón encadenada
cede sus armas al instinto
y le invita a reventar las normas;
el instinto encadenado
pide consejo a la razón
y los dos se pudren al unísono en su propia tela de araña.
(Bonita fábula sin moraleja).
No tengo la llave,
ni siquiera sé cuál es la puerta.
TENGO
QUE VIVIR
Tengo que salir de este rincón oscuro,
empuñar mi machete,
soltar
el boli,
y apuñalar a mis fantasmas,
a todos, a
destajo,
salir al abismo y saltar,
y pintarme de
blanco,
y cederle al destino la paleta de colores
y soltar el boli
soltar
el boli
soltar
el boli
.
Fascinante, lúgubre pero hermoso. Tuve un sobresalto en el corazón y la piel se me erizo al pasar esas líneas por mi mente ya que me sentí identificado con ellas.
ResponderEliminarUn gran abrazo, y que las musas te sigan acompañando.